Domingo Gil terminó de pudrirse en su habitación a las seis menos cinco de una tarde de verano. Su muerte fue un hecho desconocido para el mundo. Hay quienes todavía lo esperan en el café o en el trabajo. Domingo se convirtió en un rumor obscuro. A veces dicen haberlo visto en el centro o en otra ciudad. De él se pueden decir mil cosas en este momento, pero nunca que la muerte lo sorprendió dormido. Ni Domingo Gil se enteró del día de su muerte.
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1 comentario:
Pobre Domingo, pobre si murió en su día.
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